El mítico tren Orient Express, que en su época dorada unía las ciudades de París y Estambul, y que constituía un símbolo de la elegancia y el glamour, está de vuelta después de varias décadas de ausencia, con una adaptación de su servicio a los estándares actuales de lujo y comodidad. Este legendario tren ha sido testigo de muchos eventos históricos y fascinantes, desde la Primera Guerra Mundial hasta la Guerra Fría. Sin embargo, quizás la anécdota más curiosa de este emblemático ferrocarril ocurrió en invierno de 1929, cuando quedó varado en la nieve en las montañas de los Balcanes.
Las patatas del Orient Express
El tren había partido de París y se dirigía a Estambul, llevando a bordo a una variedad de pasajeros de todo el mundo. Entre ellos, aristócratas, diplomáticos y viajeros de negocios. Cuando el tren llegó a la región de Edirne, en el noreste de Bulgaria, una fuerte nevada y una tormenta de viento lo dejaron varado en las vías.
Durante varios días el tren quedó atrapado en la nieve, con los pasajeros y el personal a bordo luchando por mantenerse cálidos y abastecidos de alimentos y suministros. Afortunadamente, los aldeanos locales se dieron cuenta de la situación y acudieron en ayuda de los viajeros varados.
En particular, un grupo de campesinos de la aldea de Ruse decidió llevar patatas al Orient Express para alimentar a los pasajeros y al personal. Como no podían subir al tren, los campesinos idearon un método único para entregar las patatas: las lanzaron a los techos de los vagones, donde los pasajeros y el personal podían recogerlas.
Así, la entrega de patatas a través de los techos de los vagones se convirtió en una de las anécdotas más curiosas de la historia del Orient Express, y todavía se recuerda y se cuenta hoy en día.